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miércoles, 22 de junio de 2011

Otro corto. (Si, es un palíndromo)

Llevaba mucho sin actualizar, a causa de los exámenes, y cierta amiga mía -a la cual le dedico este corto-, que por cierto, a ver si se corta el pelo de una puta vez, me ha inspirado a escribirlo, sin ella querer nada de eso. Pero a mi es que hasta los gatos muertos me inspiran cosas. Dice así:


                Yo una vez tuve una profesora de lengua. Así como lo oís. La verdad es que como lengua dejaba mucho que desear, pero como profesora tenía su aquél. Recuerdo que era marinera –además de profesora y lengua en sus ratos libres-, pero se dedicaba a atracar barcos. Tenía una pistola de color rosa con balas a juego, -que nunca llegó a disparar por miedo a perder alguna- y un tanque. Me acuerdo del tanque por que solía llenarlo con cerveza. Menudas fiestas nos montábamos. Tenía unos amigos muy peculiares: Un jugador de póker japonés, que no sabía hablar español; un hombre invisible que se llamaba Casimiro; una mujer sirena llamada Bocina; y un camello sin jorobas al que llamaban Caballito. A todos los había conocido en los barcos que atracaba, pero son historias a parte.

Un día decidí preguntarle por qué le había dado por atracar barquitos, y me contó que de pequeñita le habían dicho que eso era el negocio del siglo. Dinero fácil, le oí decir. Yo siempre quise comentarle que lo de atracar no sonaba nada bonito, pero cualquiera se atrevía, al fin y al cabo tenía una pistola rosa, y como nunca le había visto usarla, pues no sabía si sabía o no. Qué cosas.

Lo malo de esta historia, es que tanto atracar barcos –más bien tanta cerveza- acabó pasándole factura, y la pobre desdichada compartió destino con el barco al que mandó a pique, en su último día como atracadora de barcos, y como profesora, y como todo lo habido y por haber, pues nunca se deja de ser tantas cosas, como cuando uno se va de viaje al otro barrio. Y de ahí no se vuelve, aunque sea por tonterías, como ésta, pues al parecer la muchacha perdió el control del timón, debido probablemente a que pesaba en cerveza del orden de 5 kilos más que hacía un par de horas, y el muelle parece estar en dos sitios a la vez, y por desgracia, eligió el que no era.

Esa es la versión oficial, pero yo sé que no fue así. Es cierto que iba borracha, pero estaba cansada ya, y ella siempre decía que no quería morir sin ser recordada. Y bueno, lo cierto es que lo consiguió, y ya no sólo por atracar de forma tan peculiar el barco de Marras –así se llamaba el dueño, que también la espichó-, sino por que se llevó consigo a más de 100 personas, pues no era pequeño el barquito. Y esto lo sé por que a los pocos días me llegó una pistola rosa con balas a juego, con una nota que decía:

“Qué tonta… eran bancos, no barcos. Ya decía yo que no me cuadraba la pistola en todo esto. En fin, voy a reiniciar, y esta vez lo haré bien. Un beso.
PD: No me gustan las balas, son feas, es que no sabía usarla.”

Cómo para saber... era una flor, con forma de pistola.