Daban las 12 cuándo al fin se dignó a aparecer por el salón. Yo estaba haciendo el payaso con mi guitarra, como frecuento hacer cuando trato de no pensar, de abstraerme del mundo. No hay nada mejor para evadirse que la música, la de uno mismo. Interpretar es como soñar, como un mundo a parte, otra cosa, un paréntesis a nuevas sensaciones producidas por la propia canción, es como poder elegir cómo quieres sentirte, como escoger en qué pensar y en qué no, como… no sé, magia. No obstante no se ve igual desde dentro que desde fuera, pues era evidente que la burda imitación rocanrolera de Sabina –si me oye me mata-, que estaba improvisando con mi vieja guitarra española, a parte de haberla despertado, parecía hacerle mucha gracia, pues cuando me percaté de su presencia, estaba en el suelo, de rodillas, desternillándose.
-¿Cuánto llevas ahí? –pregunté sonrojado.
-Lo suficiente –contestó, sin tan siquiera levantarse del suelo. Resultaba divertido verla allí arrodillada, con nada más que su ropa interior y mi camisa de cuadros que se había agenciado ayer para dormir, puesta por encima, a la vez que trataba sin éxito de aguantarse la risa.
-No le veo la gracia, e… esto… ¿cómo decías que te llamabas? –dije yo, vacilando.
-Lo sabes de sobra –respondió ella fulminándome con la mirada. Ya no reía, ahora estaba seria, pero seguía igual de graciosa-. Se te da de miedo pinchar, ¿sabes?
-Por desgracia sí –contesté entre risas. Habían cambiado las tornas.
-En fin, perdona si no te ha hecho gracia que me riese, valga la redundancia –dijo levantándose del suelo y dirigiéndose hacia la cocina, insinuando una ofensa que no era tal.
-¡Eso nunca! –la detuve yo. Ella se giró curiosa y se quedó apoyada en el marco de la puerta-. ¿Desde cuándo es malo hacer reír? La risa es la razón por la que estamos en este mundo. Si me molestase hacer reír a los demás sería como negarme a dejarlos vivir. No soy tan egoísta.
-Hay más cosas que eso. Está claro que la risa es importante, pero de ahí a decir eso…
-Dime una –la interrumpí-, solo una cosa más importante que la risa.
-Pues no sé, la familia.
-¿Una familia triste?
-¡No!
-jaja, tu madre es la primera persona que te hace reír, cuando no eres más que un bebé. Además, no son cosas comparables. Lo que yo quería decir es que un día en el que no te has reído, es un día perdido. Cuando ríes eres feliz, prefiero gastar mi tiempo en reír que en cualquier otra cosa.
-Y así te va… mira que piso. Me sorprende que tengas leche en la nevera.
-No había. He bajado a comprar hace nada, y tostadas, por que te gustan las tostadas ¿verdad?
-¿Cómo lo haces? ¿Cómo haces para que te queden ganas para reír?
-Simplemente trabajo en ello. Si te dan a escoger entre ser feliz o millonaria ¿qué eliges?
-Feliz, claro está, pero…
-No hay peros. Prefieres ser feliz, y sin embargo trabajas para conseguir dinero, pero no haces nada por ser feliz.
Ella permaneció un tiempo callada, reflexiva, mientras su mano izquierda jugaba con su pelo, y su mirada perdida deambuló por la habitación hasta encontrarse en una foto que tenía sobre un viejo televisor lleno de polvo.
-¿Y cómo se hace? –preguntó ella al cavo de un rato.
-¿Qué?
-¿Qué tengo que hacer para ser feliz?
-Pues… lo primero –contesté yo sonriente-, desayunar.