Yo estaba de pie con las manos en los bolsillos, pensando qué decir cuándo, con una pequeña sorpresa, noté un extraño objeto rozando mi mano derecha, y recordé ese pequeño dado de diez caras que había encontrado esta mañana bajo mi cama al tropezar con el cable de mi guitarra. Me llevé la mano a la cabeza recordando el golpe, y me dije para mí: << ¿por qué no? >>
-Y bien, ¿cuál es mi regalo?
-Toma, ten cuidado.
-¿Qué es esto? ¿Un dado? ¿Me regalas un dado? –Preguntó atónita.
-Jaja, no es un dado común… es un dado mágico –contesté improvisando. Ella se quedó mirándome, con la palma de la mano abierta sosteniendo el dado, con una pequeña sonrisa esbozándole por el rostro a la que no dejaba salir.
-¿Y qué se supone que hace este maravilloso dado? –preguntó con cierto tono de ironía y curiosidad a partes iguales.
-Mide cuánto te quiere una persona.
-Ahá…
-¿No me crees? Es muy fácil –dije serio-. Tan sólo tienes que pensar en la persona en cuestión. Concentrarte hasta el punto de que sólo la veas a ella, a sus ojos, su risa, su alma… y luego lanzar el dado.
Ella se quedó pensativa un rato. Después apretó la mano, cerró los ojos, dejó pasar unos segundos, y tomando aire dejó caer el dado al suelo. Salió un uno.
-Vaya… ¿pensabas en el profesor de física? –pregunté bromeando.
-No… -contestó cabizbaja- pero tampoco me sorprende mucho el resultado.
Dicho esto se agachó a recoger el dado, lo apretó entre sus dos manos y volvió a cerrar los ojos, esta vez con más tranquilidad que antes –me atrevería a decir que sonreía-, y al cavo de unos segundos lo dejó caer de nuevo. Esta vez salió un nueve.
-¡No me jodas! –Dijo echándose a reír- ¡Lo has trucado!
-¿Por qué lo dices? –le pregunté riendo yo también. Su risa era contagiosa cual bebé.
-Pues… porque pensaba en ti.
No dije nada. Me limité a mirar al suelo, hacia donde estaba el dado, y sin que le diese tiempo a reaccionar, cogí el dado y lo lancé con todas mis fuerzas lo más lejos que pude, perdiéndose entre los arbustos.
-¿Pero qué coño…? –gritó estupefacta.
-No funciona.
-¿Qué?
-Que no vale, no funciona, no dice la verdad…
-Eres imbécil –dijo en voz baja, mientras una sonrisa empezaba a asomar por su rostro.
-No funciona. Yo no te quiero un nueve, te quiero un diez.
-Eres imbécil –repitió riéndose más todavía-, pero imbécil de verdad. Tu dado no tenía diez, el siguiente número era un cero.
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