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martes, 8 de noviembre de 2011

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Se limitó a sonreír en la penumbra. Sin más, como si eso bastase. Y bastaba. Llamaba más la atención que la luna que tenía detrás. Brillaba más, y tenía un punto de especial, algo que jamás había visto en una sonrisa antes. Y es que esa sonrisa era mía, estaba ahí para mí. Se podía atisbar un preciso “cógeme” si prestabas atención. Embobaba, hasta el punto de que el planeta al completo te la traía al pairo. Ya podía caer una supernova y mandarlo todo a freír espárragos al calor del infierno, que por tu cabeza ni hacía ademán de pasarse la posibilidad de mover un músculo. No. ¿Para qué? si eso ya era mejor que cualquier cosa que pudiese estar pasando. 


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