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viernes, 11 de noviembre de 2011

En el bar.

(...)  
-No entiendo nada.
-¿Y porqué no se lo has dicho?
-Ella ya lo sabe. Paso.
-No es que lo sepa ella o no, es que lo sepas tú. Que te lo explique, que te dé una razón a tanta sinrazón… subo dos.
-Es que realmente no quiero saberlo.
-¿Pero qué coño…?
-No sé, meu. Quizá tengo miedo. Estoy mejor así. La felicidad está en la ignorancia… igualo.
-Eso lo dijo un ignorante, seguro.
-Un ignorante feliz. Paso.
-Es probable… yo más bien diría que la felicidad está en la mediocridad. Cuanto menos te exijas, más fácil te será cumplir tus objetivos, pero nunca destacarás en nada. Subo dos otra vez... Pasarás por el mundo sin que nadie tenga el más leve recuerdo de ti, sin haber hecho nada que merezca la pena ser contado, sin la sensación de haber cumplido, de haber utilizado bien tu tiempo.
-Sabes que opino como tú, es solo que…
-¿De qué tienes miedo?
-No estoy seguro. Igualo.
-¿Por qué tienes miedo, entonces?
-Qué más da. Quiero decir… ¿Por qué temes a la oscuridad? Porque desconoces qué hay más allá. Es el no saber lo que crea la sensación de incertidumbre que tanto aterra.  Subo cuatro.
-¿Cuatro?… yo no temo a la oscuridad.
-Eso dicen todos…
-Párate a pensarlo. Dices que la incertidumbre provoca miedo, y bueno, no deja de ser cierto. No obstante, aseguras también que la ignorancia da la felicidad, ergo el miedo es la felicidad. ¿Necesitas el miedo para ser feliz? ¿Necesitas vivir con miedo?
-Mmmmm, tal vez sea entonces que no me interesa.
-¡Oh vamos! Por supuesto que te interesa. Es solo que sabes de sobra lo que pasa. Que no es buena. Y no quieres confirmarlo, porque una mujer así no aparece todos los días, y te daría pena mandarla al cuerno. No voy.
-¿No vas? –Reí- ¿acaso tienes miedo?
-No. Iba de farol –dijo sonriente, como el que acaba de evitar una catástrofe.
-Yo también.
-Hijo de puta.
Y así matamos la tarde (...) 

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